Mi letra viaja, y nunca lo sabe. Cada gota de lluvia que se muere, se suma a la tela de agua que corre ondulándose sobre la calle en pendiente. Ojos cerrados a lo conocido, para que lo conocido organice la otra existencia de lo que desconocía que quería decir. Todo lo que se ve, a veces necesita ser cuidado, hasta saturándolo de silencio. Hojas que se mueven como llamándome por nada. Vivir palabras. El fondo y la piel de lo devenido. La Poesía me depara un intrincado refugio de sedosas complejidades y desaciertos. Algo me espera por dentro, y predice denigrarse en palabras, mientras finge un rumor atormentado por mí. El recurso ilusionado en el instante. Mi sufrimiento de palabras. Cuando empiezo a sentir un poema que todavía no existe, veo/vivo, con todo lo que soy, una agradable soledad con el descubrimiento. Sí. Estaba yéndome otra vez demasiado hacia mí mismo, y la poesía me paró. Pasarle el cuerpo de la vida, a las palabras. Nunca al revés. Dejar bien vecino los dedos de las manos sobre los ojos cerrados, para serle más confiable a eso que venía desde mí, para que yo deje escrito lo que él está asomando desde mí en palabras. Sí. El relámpago de lo que veo escribiendo, mientras camino. El sol habla. La luna habla. La noche. La mañana. Desde que era muy chico, creo. El agua de su espuma, es la Poesía.
Y esta poesía será aguda de conocimiento y amarga de nostalgia para poder tocar el sueño de los hombres.
1 comentario:
Hilda, Viviana, muchas gracias por participar en el homenaje a Joan Brossa. Entre todos hemos conseguido un homenaje sentido y diverso.
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